No hace tanto tiempo salir a navegar significaba, entre muchos otros aspectos, entrar en una dimensión de conexión con la embarcación y del mar que la rodeaba. Estar concentrado en su manejo, observar y analizar el entorno y dedicar tiempo de calidad a nuestros acompañantes. Incontables horas de placer reflexivo se combinaban con breves espacios de intensidad colectiva que de nuevo nos llevaban a los períodos de calma.
Existen serias dudas de que algo parecido suceda hoy en día. La hiperconectividad ha llegado a la náutica, con lo bueno y lo malo. Hoy hablamos de lo malo. ¿Cuantos barcos están llenos de gente haciéndose fotos, enviando Whatsapps, leyendo emails del trabajo o comprando su nuevo gadget en Amazon? Por no hablar de la electrónica a bordo, tan necesaria y a la vez tan inhibidora de la navegación. En un puerto cualquiera de la geografía española podemos ver grupos de navegantes pendientes de todo menos de su embarcación, eso sí que el sonar del plotter no falle porque entonces no salimos del puerto… que con las cosas de comer no se juega. Los aficionados a la pesca no están exentos de esta nueva plaga electrónica, gps, plotter y a mirar la pantallita a ver qué es lo que hay debajo, carrete eléctrico, subimos, foto, vídeo, hazlo-de-nuevo-que-la-foto-no-ha-quedado-bien y a enviarla a nuestros contactos, comentarios en redes, emoticonos, likes a tope y día completo.
Quizás sería bueno recuperar el concepto de Slowsailing. Olvidarnos por unas horas del teléfono, de las redes, del Whatsapp y forzarnos a estar pendientes del inmenso privilegio que es poder sentir correr al mar bajo nuestros pies. Olvidemos la electrónica (siempre manteniendo las condiciones de seguridad básicas, no confundamos una cosa con la otra) y estemos pendientes de la embarcación, del viento, la corriente, el oleaje, el paisaje, sus sonidos, olores… y conservemos esa sensación de libertad que nos produce la navegación cuando no existe nada más en lo que pensar. Ese es el auténtico privilegio de la náutica, la desconexión de la tierra ya sea por unas horas, días o semanas. A veces olvidamos lo fundamental, quizás es hora de recuperarlo.
Se acerca el final del año, un 2017 en que, además de muchas otras cosas, la imparable revolución digital ha alcanzado cotas de presencia en nuestro día a días inimaginables pocos años atrás. Las redes sociales, todas, son auténticas autopistas de información, conocimiento y comunicación. Las distancias geográficas son, actualmente, un concepto que escapa a la física en tanto la conexión es inmediata entre todos nosotros, pero debemos estar alerta, estos avances deben ser a mejor, deben perfeccionarnos pero no crear nuevas dependencias.
Un propósito de año nuevo para el 2018 podría ser una reflexión sobre la desconexión en el mar. Una vez podamos estar “desconectados” podremos escuchar como el mar nos habla, comunica con nosotros y nos conduce a través de sus aguas navegando en paz. Asegurémonos un mar en calma-.
¡¡Feliz Navidad a tod@s!!